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La comunidad de Proxecto Home en la cárcel de Pereiro cumple 20 años

Ourense es una de las tres provincias españolas en las que Proyecto Hombre tiene su propia comunidad terapéutica en una prisión. Este mes de noviembre, concretamente el día 21, se cumplen veinte años de la presencia de esta oenegé en la cárcel provincial de O Pereiro de Aguiar. Allí ayudan a los reclusos a desintoxicarse, a salir de sus adicciones planteándose la rehabilitación como un conjunto, un proceso integral que involucra aspectos psicológicos, sociales, laborales o familiares, explica Ofelia Debén, directora de Proxecto Home Galicia.

A lo largo de estos veinte años son muchos los internos que han formado parte de la comunidad terapéutica de Proxecto Home en el centro penitenciario de Pereiro. Actualmente son 18 las personas que conviven en este módulo, gestionado autónomamente por la asociación. Durante este tiempo, Proyecto Hombre ha atendido en esta comunidad a 827 hombres y a 39 mujeres.

De esos veinte años, la trabajadora social Patricia Pérez Rodríguez lleva 18 tratando con personas que llegan muy afectadas por las drogas y con circunstancias de trabajos precarios o familias desestructuradas con problemas provocados por ellos mismos. Patricia Pérez observa que ha habido un cambio en los últimos años en el perfil del interno que se integra en la comunidad terapéutica que ella coordina y en la que también trabajan un criminólogo y un psicólogo por parte de Proxecto Home, aunque todo se hace conjuntamente con el equipo de la prisión.

Según Pérez, últimamente acceden a la comunidad presos con condenas más cortas, de cuatro o cinco meses, gente más joven que ingresa por delitos relacionados con la violencia de género, lesiones en peleas o por conducir bajo los efectos del alcohol. Ya se ven menos casos de los otrora delincuentes toxicómanos habituales que ingresaban por robos con violencia como tirones de bolso. También indica la coordinadora que, últimamente, las drogas que se consumen y en las cantidades en que se ingieren sin control provocan un deterioro cognitivo importante, y no tanto físico, en las personas que ingresan.

Últimamente entran en prisión personas con patologías psiquiátricas importantes. Faltan diagnósticos y psiquiatras. A veces no sabemos cómo ayudar cuando no quieren medicarse», expone Pérez. Es un problema que afecta a los más jóvenes. En un caso, tuvieron a un chico de 19 años que llevaba a su corta edad ya doce sobredosis por pastillas.

Pero también tratan a personas mayores de sesenta años con problemáticas severas de adicción al alcohol, o asociadas a otras sustancias como la cocaína, a las que les cuesta adaptarse a las normas de convivencia y entender que tienen un problema.

En la comunidad terapéutica de la prisión de Pereiro, Proxecto Home funciona como una microsociedad, una burbuja, en la que los internos están aislados del resto de presos. Tienen su propia cocina y las tareas y responsabilidades a ella asociada, como hacer el pedido semanal de productos; talleres terapéuticos específicos, también con horarios diferentes, y no tienen patio en común con los otros reclusos. «Nuestra comunidad es cerrada. No tienen acceso usuarios que no sean de Proxecto Home. Así, la parte de que se pasen drogas está más controlada que en otros módulos. La comunidad terapéutica hace un paréntesis en sus vidas, eliminando situaciones de riesgo que pueden estar perturbando.

Está indicada para personas con serios problemas, con una desestructura. El tiempo en la comunidad es un tiempo para ti, para conocerte, y los usuarios descubren que no están solos, porque sus compañeros, que tienen los mismos problemas, los motivan y las familias se vuelcan», resume Ofelia Debén. La pandemia del covid-19 complicó mucho esa relación entre familias e internos por el distanciamiento que acrecentó, pero Debén reafirma que las familias están involucradas.

El papel familiar es importante una vez que el interno termina su condena o cuando empieza a salir con los primeros permisos. «La prisión es muy burbuja y cada salida requiere una preparación exhaustiva. Los primeros permisos son con las familias, pero con el tiempo tienen que hacer amistades con personas sanas. Tienen que ocuparse de sus asuntos, de si tienen que ir al juzgado a algún trámite, al dentista o a buscar un trabajo. Se les anima para que vayan solucionando ellos sus cosas. Los primeros permisos son como unas vacaciones, pero lo que cuesta es mantenerlo porque luego los familiares no van a estar siempre disponibles para el día a día y eso hay que saber manejarlo», detalla Patricia Pérez. Por ello se hace un seguimiento.

Los internos firman un contrato terapéutico que fija las normas de convivencia

Las personas que quieren hacer este programa con Proxecto Home en la prisión firman un contrato terapéutico al entrar en la comunidad. En él se comprometen a respetar las normas, la convivencia y las tareas de las que se tienen que hacer responsables. Utilizar la violencia es motivo de expulsión; aceptan que se les paute medicación, que se les establezca el dinero que pueden gestionar semanalmente y se les conmina a guardar el secreto de lo que se habla en grupo, explica Patricia Pérez. «Muchas veces se consigue una convivencia agradable; no es que se establezcan relaciones de amistad, pero el conflicto es mínimo», indica.

Durante el día, son responsables de la limpieza y buen estado de sus habitaciones, acuden a la escuela con clases en la propia comunidad o van al polideportivo. Hay que tener en cuenta que hay personas que no saben ni leer ni escribir o a los que hay que enseñar lo básico sobre higiene personal o tareas domésticas. Se trabaja la estructura de la persona, destaca la coordinadora. Hasta la prisión de Pereiro, llegan internos de otras cárceles para participar en la comunidad de Proxecto Home, porque solo hay tres como esta en toda España (Madrid, Córdoba y Ourense), aunque sí hay módulos terapéuticos en otros centros.

Según la duración de la condena, algunos reclusos pasan más o menos tiempo en la comunidad. El que más tiempo lleva ahora comenzó en junio del 2020 y otros estarán solo unos meses, pero como apunta Patricia, sea el tiempo que sea, serán meses sin consumir en los que habrán hecho actividades y se habrán relacionado respetuosamente con otras personas.

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